SIN RIMA,  SOLO EL VIENTO 


No quiero cadenas, ni rimas inciertas,
necesito cantarle al viento,
libre de cualquier soneto 
que me amarre al tiempo.

Libre, solo libre
como mi corazón viajero
que ha visto en el azul del mar
el dibujo del cielo.

Sentir la nostalgia del cántaro  
meciéndose en el agua de la vida
y escuchar el  susurro que quema
que calma y sana.

El cantar,  la nota y el compás
el  silbido, el sonido y el misterio
de ser de carne y hueso
y sentir que respiro el infinito.

Libre, solo libre
como mi corazón viajero 
que ha visto en el azul del mar 
el dibujo del cielo.

Sor María Ángeles Martínez OP



CRISTO 

No, no me deis un Cristo de cantos dorados
se me hiela en el pecho.
No me deis un Cristo demasiado lejano, 
encumbrado en la hornacina 
de nuestro  vivir  diario conformista, 
se desvanece en mi alma.

Quiero el Cristo vivo del silencio amante
en la fracción del pan,
el Cristo de la vida, 
el Cristo del encuentro en el corazón del hermano.
El Cristo que vuelve a nacer 
en el miserable  Belén del dolor  del pobre.

Quiero el Cristo que surge 
en los suburbios, 
como una  sombra molesta 
para quienes aprendimos a vivir 
con demasiados  prejuicios.

Si, quiero el Cristo de las manos tendidas 
en busca de un aliento y una esperanza. 
El de las tardes grises
ahogadas por el llanto y la soledad.

El Cristo de la mirada turbia, 
navegando en el  fango del hambre, 
condenado a muerte
 por la abundancia de un primer mundo 
divertido en la lucha del dinero y el poder. 

Ese Cristo, que sigue sudando sangre 
en el duro Getsemaní de la injusticia humana.  
No, no me deis un Cristo de cantos dorados, 
se me hiela en el pecho.

Quiero el Cristo del amor, de la paz y del perdón.
El Cristo que recorre los rincones del mundo   
abrumado por el desamor 
de los hombres contra los hombres.

El Cristo del silencio, pronunciado
sobre el vasto horizonte
de un hoy sembrado por la fe, por la sangre 
de quienes aprendieron a descubrirle ,
en los ignorados. 

Quiero el Cristo de todas las razas, 
el que no conoce la frontera
del poder, del dinero, de la nacionalidad.
Necesito el Cristo que hay en ti, 

El Cristo que cada día nace en mi corazón
como un impulso nuevo
hacia la frontera del amor y la universalidad.
El que al rayar el alba
se engendra en mi vida,
como Cuerpo y Sangre que embriaga 
hasta hacerme desear ser solo AMOR. 

Quiero el Cristo siempre nuevo
el que se dibuja con una plenitud de presencia,
haciendo resonar, en el destello de cada  mirada, 
de cada corazón, 
la única frase: "te quiero", capaz  de transformar 
el llanto en esperanza.

No, no me deis un Cristo de cantos dorados 
se me hiela en el pecho. 

Sor María Ángeles Martínez OP

 


UN CANTO DE GLORIA

Un canto de gloria

 Lo  escribí hace años, cuando falleció Juanita,  una mujer que vivió toda su vida postrada en una camilla, ella amaba la vida  y era feliz dando amor, tenía esa  fe firme de quien ha descubierto que Dios estaba a su lado, y  que  a pesar del dolor la vida tenía sentido .

UN CANTO DE GLORIA 

Se ha desvelado para siempre el secreto de tu sonrisa, la alegría de tu mirada que siempre irradiaba vida. Hoy eres ya UN CANTO DE GLORIA, se llenó de eternidad la soledad de tus días de holocausto. La pequeña gota de tu sacrificio que día a día bañaba el  mundo con con la paz de tu corazón limpio, está dejando entrever lo infinito de tu misterio, que es el de Dios. Ese Dios Padre que te formó cuenco de gracia, para poder recoger en tu dolor el dolor de la humanidad y desde tu pequeñez, ser llama y esperanza.

Tus días grises, donde la fe se hizo densa, fueron dibujando el rostro del amor en el pequeño recinto de tu habitación, como el santuario secreto de tu fidelidad, que hoy se cierne como una inmensa patena sobre la Iglesia. Porque eres ya un canto de gloria.

Cuántas veces grabaste en el silencio, el anhelo sereno de ser pequeño pétalo, acariciado por la ternura de la Madre. Hoy duermes para siempre en su regazo. Ella, que recogió tus notas de dolor, ha compuesto para ti un magníficat eterno. Dichosa TÚ que ya eres un canto de gloria. 


Sor María Ángeles Martínez OP
 

EL VERBO


 Sor María Ángeles Martínez OP  ©

 


A los  que lucharon por un mundo más justo y nunca aparecieron en los periódicos ni fueron materia de comentario mundial

(Escritos de juventud -  1989)

Vosotros formáis ese murmullo misterioso de la gracia que va surcando el devenir del corazón de la humanidad y deja en el cosmos un sabor a vida.

…..Fue una tarde cualquiera, una de tantas tardes que mueren con el crepúsculo sangriento del sol, cuando la silueta de tu cuerpo cayó para ser sepultado  transformándose para siempre en simiente de vida: fueron las balas de un fusil de muerte. 

…..Era aquella noche de inquietud y misterio, cuando la oscuridad empobrecía la plenitud del tiempo, fuiste convertido en lucero de la humanidad, en trigo limpio de molino blanco, fueron unas cuantas monedas que traicionaron los incontables días de tu entrega  callada y de tu mano amiga, de tu corazón abierto y tu  amable sonrisa.

……Creciste para la vida y tus ojos se abrieron frente aquel amasijo de violencia  que intentaba cerrar las puertas de tu pueblo libre, creciste para la paz y te ofrecieron una escuela de odio y desamor, ¡no fuiste un buen alumno, demasiado peligrosa tu juventud!, envejecieron con el sufrimiento tus sienes; tu guitarra la que tantas veces dio voz a tu alma se quebró con el llanto de tu juventud rota, por el llanto de los derechos de tu pueblo resquebrajado, como las hojas del otoño que caen y se pisotean. Tu guitarra es ahora el sonido del viento que ha recogido tu última mirada, para depositarla allí donde  el amor se traduzca en evangelio, en donación, en lucha, en entrega, en cruz.

…… Alguien te contó como algo muy remoto y lejano, que también para ti fue creada la libertad, desde el techo opresor de la soledad de tu fría cárcel, apenas percibes ese rayo de esperanza que te dice que eres libre; puede que esta noche o mañana o en cualquier momento, intentarán lavar con la muerte el oscuro color de tu piel, porque ¡eres negro!.    

…..Tú dibujaste sobre el surco caliente de la fértil tierra, el sello del cansancio  por el fruto de una mañana más humano, más estable. Pero… tu fuerza era el amor y tu azada la paz de tu pobreza honrada, ¡no son metas productivas!, surgieron leyes claras y tu tierra engrosó el multinacional latifundio de los bosques talados y tu rostro cobrizo regó con el tormento el surco que te vio luchar y envejecer por un mañana más justo.

 ….Murmullo misterioso de la vida que irrumpís en mi alma con una fuerza de presencia que me arrastra hasta el infinito  de Dios. Vosotros habéis  regado el mundo con la vida que nace más allá de la  muerte para darle a la humanidad calor y color de libertad. 

Sor María Ángeles Martínez OP